Gisèle Pelicot: de víctima a símbolo global de lucha contra la violencia de género

Gisèle Pelicot: de víctima a símbolo global de lucha contra la violencia de género

Gisèle Pelicot, abuela francesa de 72 años, se convierte en símbolo de valentía y lucha contra la violencia de género tras un juicio público.

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros

Juan Brignardello Vela

Juan Brignardello Vela, asesor de seguros, se especializa en brindar asesoramiento y gestión comercial en el ámbito de seguros y reclamaciones por siniestros para destacadas empresas en el mercado peruano e internacional.

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Política

Desde el momento en que Gisèle Pelicot decidió hacer público el juicio que enfrentaba a su exmarido y a otros 50 hombres, su vida dio un giro radical. A sus 72 años, esta abuela francesa se convirtió en un símbolo de valentía y resiliencia, no solo para ella misma, sino para todas las mujeres que han sido víctimas de violencia de género. Su historia, que comenzó en la intimidad de su experiencia personal, se transformó en un fenómeno global que resonó en las calles, en los medios de comunicación e incluso en las manifestaciones. Antes del 2 de septiembre de 2024, pocos conocían el rostro de Pelicot; casi no existían imágenes de ella en internet. Sin embargo, al finalizar un angustioso juicio por violación que duró cuatro meses, su figura se convirtió en un ícono de lucha. Las imágenes de su rostro, con su cabello bob de un vibrante color anaranjado y sus inconfundibles gafas de sol redondas, comenzaron a llenar las calles de Francia, convirtiéndose en un símbolo de resistencia y poder femenino. Ya no era solo Gisèle, la abuela común; se había transformado en un referente para millones de mujeres que se han sentido indefensas. Los carteles con su imagen adornan las fachadas de los edificios y han sido reproducidos en diversas plataformas digitales, incluyendo un impactante retrato en la portada de Vogue Alemania. La artista LaDame Quicolle, quien creó una obra a gran escala de Pelicot que se exhibió en varias ciudades europeas, destacó que la fortaleza de esta mujer común es lo que la hace tan extraordinaria. "Es precisamente porque Gisèle Pelicot es una mujer común y corriente que su imagen resulta tan impactante", afirmó. A medida que se desarrollaba el juicio, el rostro de Pelicot se convirtió en un símbolo de la lucha contra la cosificación y el abuso. Según su abogado, Stéphane Babonneau, su presencia en el estrado no solo era un acto de valentía personal, sino una declaración de intenciones para todas las mujeres que han sufrido en silencio. "La vergüenza ha cambiado de bando", dijo Babonneau, haciendo hincapié en el poder que tiene Pelicot al reclamar su narrativa y su imagen. El juicio no solo expuso la brutalidad de su experiencia, sino que también reveló cómo la sociedad juzga a las víctimas. Pelicot, al elegir presentarse de manera sencilla pero digna, desafió las expectativas culturales sobre cómo debería lucir una víctima. Su apariencia se convirtió en un acto de resistencia, una forma de mostrar que, aunque había sido víctima, ya no se sentía indefensa. La evolución de su imagen a lo largo del juicio refleja un viaje de empoderamiento. A medida que la confianza de Pelicot crecía, también lo hacía su deseo de conectar visualmente con quienes la apoyaban. El uso inicial de sus gafas de sol como protección emocional se transformó en un símbolo de su propia identidad y fuerza, hasta que finalmente las dejó de lado para enfrentarse al público con la mirada despejada. La elección de un pañuelo de seda con un diseño de mujeres aborígenes de Australia durante los testimonios de sus abusadores fue un acto consciente de solidaridad y reconocimiento de su propia fortaleza. Este pequeño detalle, que podría parecer insignificante, se convirtió en un poderoso recordatorio de que la lucha contra la violencia de género no es solo personal, sino colectiva. El impacto de Gisèle Pelicot va más allá de su historia individual. Su imagen se ha convertido en parte de una narrativa más amplia, similar a otras representaciones de valentía en momentos de crisis, desde la famosa fotografía del hombre frente al tanque en Tiananmén hasta las manifestantes en Turquía y Estados Unidos. Estas imágenes trascienden el tiempo y el espacio, convirtiéndose en símbolos de resistencia y esperanza. El juicio de Pelicot no solo ha sido un proceso judicial, sino un momento de transformación en la percepción social sobre la violencia de género. A través de su valentía, ha logrado que muchas mujeres se sientan vistas y escuchadas. Su historia representa un cambio de paradigma en la lucha por los derechos de las mujeres, un recordatorio de que, aunque las cicatrices del pasado pueden ser profundas, la dignidad y la fuerza pueden prevalecer. Gisèle Pelicot, con su rostro y su historia, ha logrado no solo recuperar su imagen, sino que ha dado voz a innumerables mujeres que han sufrido en silencio. Su legado es uno de valentía, resiliencia y, sobre todo, esperanza. En un mundo donde las historias de abuso a menudo se ocultan, su presencia en los tribunales y en la conciencia colectiva es un testimonio de que la lucha contra la violencia de género está lejos de haber terminado, y que cada día, más mujeres están dispuestas a levantarse y ser escuchadas.

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